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La Senda del Peregrino

  • Luis Alfonso Gutiérrez, M. Div.
  • Apr 15, 2013
  • 2 min read

@LuisAGutierrez

En muchas ocasiones he detenido mi lento caminar por la vida para preguntarme cuál es mi propósito y por ende mi parte en medio de esta larga y penosa peregrinación de los pueblos que se arrastran penosamente rumbo a su destino. Generación tras generación desfilan por el escenario de la vida para luego desaparecer, dejando tan solo imágenes distorsionadas en el recuerdo de lo que llamamos historia.

Nos correspondió vivir en esta generación y cuando nos detenemos para evaluar nuestra misión, nos damos cuenta que aún nos falta mucho camino por recorrer. No deseo continuar siguiendo las huellas huecas que nos va dejando la sociedad desgastada en sus principios y valores a causa de su extravío espiritual, no quiero defender causas ajenas, no anhelo escalar cimas que no me interesan; no quiero cosechar sus fracasos, sus luchas sin sentido, sus causas perdidas, su loco desvarío; no me alinearé para caminar con el montón impulsado tan solo por el vacío existencial que busca sólo anhelos mezquinos, sendas sin dirección, luchas sin causas definidas.

Por qué no mirar más alto, allá arriba, donde el aire es más puro, y las nubes grises no interfieren para ver un cielo azul, donde brilla el sol con esplendor.

Dejemos el anonimato y respondamos al mundo que grita desesperadamente por gigantes que le ayuden a aliviar sus penas, su dolor; ayudemos a mostrar el Camino y la Verdad. No pasemos desapercibidos por la vida, brindemos esperanza al necesitado, dirección al extraviado, luz a los que aun viven en tinieblas. No pasemos inadvertidos junto al hombre que gime y estira sus manos con el deseo de sentir el calor de las nuestras. Que la compasión del Carpintero de Nazaret desborde nuestros corazones, para que llore el corazón de compasión por los más necesitados.

Tenemos que caminar hacia ellos; no, mejor correr. Tenemos que hablar, o mejor gritar para contarles que su rumbo no es su destino, que su senda no es el camino, que su meta no es la correcta. Pero no sólo tenemos que gritarles; es nuestro deber traerlos, es nuestra misión orar al Altísimo para que abra sus ojos y puedan ver la senda que Él les mostrará.

Si esto hacemos, nuestros hermanos no caminarán rumbo al abismo, sino que encontrarán el propósito de la vida, el VERDADERO CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, y tomados de la mano marcharemos unidos hasta llegar a los umbrales de la eternidad.


 
 
 

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Extendiendo el Reino de Dios en el poder del Espíritu

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